IX - Los misterios de la Loue y Besançon



10 de julio
Nos vamos de excursión a la llamada Fuente de la Loue, la carretera circula algunos kilómetros junto al río, se veían parajes del mismo muy apetecibles para pescarlos. Después del pueblo de Mouthier-Haute-Pierre la carretera se estrecha cada vez más y empieza a subir alejándose del cauce del río hasta que se separa completamente. Después de dar un rodeo de unos pocos kilómetros se accede a un aparcamiento en el que comienza la senda que lleva hasta la fuente de la Loue. El camino desciende en fuerte pendiente y en algún punto se ven restos de una calzada medieval con las huellas talladas en la piedra para que pudieran tener agarre las ruedas de los carros. Al cabo de más o menos un kilómetro de caminata se llega al grandioso espectáculo, una gran cueva en la parte baja del cerrado farallón de la que mana un caudaloso torrente de agua. Es la fuente de la Loue, para nuestra desgracia el agua estaba limpia y no sabía ni olía a absenta como sucedió en agosto de 1901.
 

 

Unos metros más adelante el agua se remansa en la presa de una central eléctrica y adquiere un increíble color verde azulado, precipitándose después por un angosto valle hasta remansarse nuevamente al llegar a Mouthier, salvando un desnivel de 200 metros.
Deshacemos el camino con esfuerzo pues ahora la fuerte pendiente nos toca cuesta arriba, retomamos la estrecha carretera y hacemos una parada en el pueblo de Mouthier, en un ensanche de la carretera.
 
Recorremos el pueblo con sus empinadas cuestas y llegamos hasta los restos de una abadía, se conserva la iglesia con su curiosa torre, en el interior destacan un bello Cristo con la Virgen a su izquierda y San Juan a su derecha, adosados al arco central de la nave.


 

La siguiente parada la hacemos en Lods, comemos a la sombra y después nos vamos a tomar un café a la terraza de un Hotel y a comprar el permiso de pesca; con el mismo me dan un mapa del tramo, que resulta ser una mezcla entre jeroglífico y mapa del tesoro.

La siguiente tarea consiste en decidir el lugar donde pescaré al día siguiente, con el mapa en la mano vamos buscando los aparcamientos y mirando el río, para ir a tiro hecho. Como el mapa es difícil de interpretar, pido ayuda a unos pescadores que encuentro en uno de los aparcamientos, les hago una pregunta muy concreta: ¿Por favor, podrían indicarme en el plano cual es el aparcamiento en el que estamos?. Cogen el plano, lo miran, se ponen las gafas, se las quitan, hablan entre ellos, que si será este, que si será aquél.... Para al final decirme: Que no lo saben acompañado del consabido desolé.

Estaba claro que no querían facilitarme la labor, no fuera a ser que les pescara “sus peces”. De sobra sabían donde estaban, eran de la zona y deben pescar allí desde que tienen uso de razón. Consecuencia, al día siguiente iríamos a ese lugar, que parecía el mejor tramo del río, y aparcaríamos ocupando el mayor espacio posible, para impedir el acceso a ningún otro coche. No es nuestro estilo, al contrario siempre intentamos no molestar al resto de la gente, pero el comportamiento de esos pescadores desató nuestra mala leche, que también la tenemos, aunque no la saquemos casi nunca.

Regresamos al camping y como el día había sido caluroso decidimos darnos un chapuzón en la piscina municipal que hay junto al camping y a la que tenemos derecho a entrar por estar alojados en el camping. En la entrada había carteles indicando la obligación, para los hombres, de usar bañador tipo maillot, de los ajustados y cortos. Yo llevaba uno tipo pantalón corto, pensé que no habría problema, pero por más que lo intenté no me dejaron. Cuando pregunté por la razón me adujeron normas de carácter sanitario. Posteriormente busqué en internet y al parecer en 2008 hubo un debate nacional al respecto y se delegó en los municipios la posibilidad de prohibir a los hombres el uso de shorts, bermudas, etc en las piscinas públicas por razones de higiene.

Segundo cabreo consecutivo del día, que había comenzado espléndido con la Fuente de la Loue. Tere no quiso quedarse ella sola en la piscina, así que frustrados nos volvimos a la autocaravana, cogimos los ordenadores y nos fuimos a la terraza del bar del camping y estuvimos un rato conectados con el mundo.

11 de julio
Dejamos el camping, aparcamos en el pueblo y nos vamos al museo Courbet, (Gustave Courbet magnífico pintor natural de Ornans) y disfrutamos con sus bellos cuadros que retratan los paisajes de su región y de otros lugares.


También pintó magníficos retratos y escenas costumbristas.



Además nos enteramos de su interesante vida, entre otras muchas actividades participó en la Comuna de París, fue nombrado responsable de cultura y en su entusiasmo revolucionario se ocupó de que derribaran la columna de Napoleón de la plaza Vendôme, esto le granjeó enemistades, que al instaurarse la Restauración le costó la cárcel y el exilio. Murió exiliado en Suiza, sin poder regresar a Francia.

Por la tarde me toca la pesca, aparcamos en el lugar previsto, comemos, me visto de pescador y me lanzo al río. Empiezo pescando con mucha fe en una zona de chorros, le dedico una media hora sin obtener resultado alguno, llego al siguiente tramo por encima de los chorros y veo alguno de los típicos circulitos en el agua que dejan los peces cuando comen insectos en superficie. Lo que los pescadores de mosca llamamos cebas. Ilusionado comienzo a pescar esa zona, ato una mosca más pequeña para ver si les engaño, pero las aguas están muy claras y los peces salen espantados rápidamente. Levanto la vista y veo que una veintena de metros aguas arriba, en una zona de corrientes hay unas cuantas cebas, avanzo lentamente y comienzo a lanzar. Como esa zona está en sombra y he tenido que meterme a más profundidad pronto empiezo a notar que el agua está muy fría. Con mi lance, no muy bueno la verdad, ya llego al lugar donde se están cebando, pero están selectivas, o sea que no comen cualquier insecto de los muchos que bajan por el río sino alguno muy concreto que de momento no consigo identificar, pruebo con 6 o 7 moscas diferentes y ninguna les gusta. Para añadir algo de dificultad a la situación la corriente de agua no fluye a lo ancho a la misma velocidad, al contrario hay tres o cuatro velocidades diferentes lo que hace que la deriva de mi mosca no sea natural, pues el hilo al que va atada la misma es arrastrado por otra corriente a velocidad diferente, a este efecto los pescadores lo llamamos dragado. Los peces que se están cebando son muy grandes, lo que me hace ponerme más nervioso. Intento relajarme fumándome un cigarro en la orilla, aprovecho para decidir cual de los peces que se ceban me resultará menos dificultoso de engañar. Elijo uno, cambio otra vez de mosca y como veo que no se espantan con mi presencia, me sitúo un poco por encima del elegido con la intención de que la mosca le llegue antes de que la corriente arrastre el hilo y haga dragar el señuelo. Lanzo y la mosca (un pardón verde claro y pequeño de mi amigo Luis Meana) navega un metro correctamente y una enorme boca se abre para comérsela, no me precipito, le dejo comer y clavo suavemente, rápidamente noto el peso del gran pez que he clavado, empiezo a recoger hilo y.... a los pocos segundos desaparece la tensión, señal inequívoca de que se ha soltado. ¡Qué lástima, me quedé con las ganas de verle de cerca y saber si era una trucha o un tímalo! La culpa fue mía, por apretar demasiado y el fino hilo se partió. Aunque intenté volver a relajarme ya no conseguí engañar a ningún otro pez. Al cabo de unas tres horas de pesca, que se me han pasado en un suspiro, abandono el río y me voy casi satisfecho.

Nos ponemos de nuevo en ruta, el destino es Besançon, capital de la Región del Franco-Condado y del departamento de Doubs. Después de mucho tiempo en poblaciones pequeñas, nos vamos a enfrentar con una ciudad, además sabemos que está en obras por la instalación de los raíles del tranvía. El área de autocaravanas está rodeada de obras y resulta muy complejo acceder a ella, después de varios intentos y de desechar la ayuda del GPS, conseguimos entrar en un aparcamiento de pago donde nos instalamos, no hemos conseguido dar con el área de autocaravanas. Una vez instalados nos vamos a estirar las piernas, rápidamente llegamos a la orilla del río y vemos que en la orilla de enfrente hay bastantes terrazas, algunas todavía al sol, y nos sentamos en la única mesa que queda libre, de las que no están preparadas para la cena. Resultó ser una terraza de un restaurante chino, pero estaba llena de gente bebiendo y conseguimos que nos sirvieran unas cervezas, que nos bebimos relajadamente. Comprobamos que Besançon es una ciudad muy animada. Nos volvemos tranquilamente al aparcamiento, cenamos y nos acostamos temprano.

12 de julio
Nos vamos a la oficina de turismo, hay obras por doquier, lo que hace que las calles que deberían ser peatonales, sean solo semi-peatonales y que todo el centro esté atestado de tráfico. Hay muchos edificios renacentistas dignos de contemplarse pero, el gentío, los coches, el ruido y el calor hacen difícil el disfrute.
Besançon ya existía en tiempos de la ocupación romana y se conservan muchos vestigios de esa época, perteneció a la corona española en el siglo XVII. Allí nacieron, entre otros, Victor Hugo y los hermanos Lumière los inventores del cinematógrafo.

De todos los edificios renacentistas el más espectacular es el Palacio de Granvela, edificado por un consejero de Carlos V. Especialmente bello es el patio con sus arcadas y los tejados de cerámica vidriada al estilo de Borgoña.




   
                                                     

                          
Visitamos unos restos romanos camino de la catedral tuvimos, la mala suerte de que coincidiendo con nuestra visita unos trabajadores estaban soplando hojas secas de los árboles y hacían un ruido infernal.





 
Al llegar a la catedral fuimos directamente a la sala del reloj astronómico,
una obra maestra de la relojería construido en el siglo XIX que marca las horas, minutos, segundos, fechas, fases de la luna, signos del zodiaco, mareas en diversos lugares, eclipses de luna, etc... Además a las horas en punto se ponen en funcionamiento unos autómatas, a las doce del medio día el movimiento de éstos finaliza con la resurrección de Cristo, que permanece fuera del sepulcro hasta las 3 de la tarde, hora en la que vuelve a enterrarse.
el reloj astronómico de Besançon
Después visitamos el resto de la catedral y salimos a la orilla del Doubs donde comienza el gran meandro que rodea a la ciudad, justo a los pies de la famosa fortaleza de Vauban que visitaríamos al día siguiente. Elegimos un sitio agradable para comer y dimos cuenta de un buen entrecot de carne suiza, a un precio razonable. Después de la comida y para ayudar a la digestión caminamos por la orilla del río en dirección al embarcadero del que salen los barcos que navegan bordeando la ciudad y por dentro de un túnel abierto en la montaña que comunica ambos lados del gran meandro. El mucho calor que hacía, el tiempo de espera hasta que saliera el siguiente y la duración del viaje nos hicieron renunciar al mismo.

Siguiendo unas indicaciones de unos WC públicos, que nos costó bastante encontrar, llegamos a una gran explanada, dedicada a Víctor Hugo con esculturas tipo Botero. Buscando un lugar donde comprar un helado descubrimos la pequeña iglesia del Refugio, empujamos la puerta y descubrimos una joyita oculta del barroco. Había una mujer que se ofreció a explicarnos el origen de la misma y su contenido.
 
Fue otro de los momentos mágicos, hablaba muy pausadamente y disfrutamos de cada rincón,
 
especialmente de la cúpula oval con una ventana en engañifa y del suelo, también oval, que no es plano sino abombado para dar mayor sensación de volumen.

 

 

 

 

Sin embargo en el exterior la cúpula es redonda y recubierta de cerámica vidriada.
 
Después de pasar un momento por la autocaravana a dejar algo de compra que habíamos hecho volvemos al patio del palacio Granvela a escuchar a un grupo de jazz que tocaba en directo. A la salida nos dirigimos hacia un parque a la orilla del río llamado la Gare d'Eau (estación del agua) que formaba parte de las fortificaciones de la ciudad, intentamos sentarnos en una terraza a beber algo, pero resulta imposible, la única que existe tiene las todas las mesas vacías, preparadas con manteles para la cena. Hay un escenario preparado para la actuación de unos músicos, justo al lado de las mesas con manteles hay varios grupos de personas que se han llevado sus mesas, sillas, bebidas y viandas esperando el inicio del concierto. Parece imposible encontrar en Francia, una terraza en un parque para tomar un refresco. O no hay terrazas en los parques o son para comer. ¡Que hábitos tan diferentes a las nuestros!.

Regresamos a la autocaravana agotados, ha sido un día muy duro, las condiciones actuales de la ciudad no son las mejores para visitarla, cuando dentro de un par de años funcione el tranvía y hayan acabado las obras seguro que será muy diferente.
El día aún nos deparaba una sorpresa, a eso de las diez de la noche una pareja con un bebé extiende una manta sobre la tierra del aparcamiento junto a una zona de obras y empiezan a llegar amigos. Se organiza una pequeña fiesta con bebidas, comidas, charlas e incluso una partida de petanca. En menos de una hora se disuelve el grupo y cada mochuelo a su olivo. Parafraseando a Asterix: ¡Que raros son estos franceses!.

13 de julio
La noche ha sido tranquila, nos vamos a coger el autobús que nos sube hasta la Ciudadela construida por Vauban, el famoso ingeniero militar del Rey Luis XIV. Se edificó entre 1668 y 1711 en el emplazamiento del Mont Saint-Étienne, a más de 100 metros sobre la ciudad. Es Patrimonio de la Humanidad. Tiene varios recintos amurallados y múltiples edificios. Resultaba inexpugnable. Nosotros recorrimos con calma el camino de ronda disfrutando de unas increíbles vistas.
 

Dispersos por la ciudadela hay varios espacios dedicados a zoológico, con todo tipo de animales. Tomamos el autobús de bajada, que nos llevó a un lugar diferente, afortunadamente el billete es válido durante una hora, así que esperamos a que volviera a arrancar y nos bajamos en la parada de la oficina de turismo y regresamos andando a la autocaravana. Para salir del aparcamiento fui a pagar a la máquina y no me admitía el pago ni en efectivo ni con tarjeta, la barrera tampoco se abría, afortunadamente llegó otro vehículo que también quería salir y como no pudo pagar habló por el interfono y consiguió que abrieran la barrera. Nos fuimos sin pagar porque no hubo manera de hacerlo.
 
 

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