Con
la excusa de visitar a unos sobrinos que se fueron a vivir cerca de
la frontera franco-suiza, este año 2013 decidimos hacer nuestro
viaje de verano por el este de Francia. El país galo lo conocemos
bastante bien, mejor que muchos franceses, entre viajes monográficos
a alguna región francesa y travesías obligadas para ir a cualquier
otro país europeo, salvo Portugal, hemos viajado por Francia más de
quince veces. Sin embargo nunca nos habíamos dedicado a conocer
regiones del este. Así que este año nos hemos centrado,
básicamente, en Rhône-Alpes y el Franco Condado, y como resumen
general podemos decir que ha sido un viaje entre engañifas
y cascadas.
13
de junio
Iniciamos
el viaje a mediodía del trece de junio con intención de llegar lo
más cerca posible de la frontera francesa. Nada más ponernos en
marcha comenzamos a escuchar un ruido desagradable y tristemente
conocido que procedía de la rueda delantera derecha; el síntoma
inequívoco de que se trataba, otra vez, del rodamiento de una rueda,
era que no nos oíamos cuando hablábamos. Al principio no comentamos
nada y seguimos la marcha pero según avanzaba la tarde el ruido iba
a más y por fin decidimos afrontarlo. Era jueves por la tarde y
había que actuar con decisión, cogimos el librito de talleres de
Fiat y empezamos a llamar a los más cercanos: Fraga, Lleida, Tárrega
y Vic, en ninguno disponían del rodamiento, dando por supuesto que
esta era la avería. Continuamos llamando a otros talleres de
Cataluña, con la esperanza de que en alguno tuvieran la pieza, al
fin en el de Vilafranca del Penedés nos dijeron que tampoco la
tenían pero nos facilitaron la referencia de la pieza, para que nos
resultara más fácil la búsqueda en otros talleres. Ya eran las
siete de la tarde y las perspectivas no eran nada halagüeñas. Nos
quedaba llamar a Barcelona capital y a Girona, la primera la
descartamos por las posible dificultades de circulación y
localización del taller. Yo estaba un poco abatido y escéptico,
menos mal que Tere me insistió para que llamara al taller de
Girona-Salt, yo no quería pues al ser más de las siete pensaba que
ya habrían cerrado, por fin le hice caso y llamé, me cogieron el
teléfono, les conté lo que pasaba y les di la referencia que me
habían facilitado en el taller de Vilafranca, quedaron en llamar
para dar respuesta, y a los pocos minutos nos dijeron que podían
tener el rodamiento sobre las doce del mediodía del viernes, así
que les dijimos que adelante y que estaríamos allí sobre las nueve
de la mañana para que comprobaran que efectivamente se trataba del
rodamiento.
Ya
más relajados continuamos camino, salimos de la AP2 en Fraga,
tomamos la A2 hasta Cervera y allí la C-25, espléndida carretera,
hasta llegar al área municipal de autocaravanas de Vic. Merece la
pena mencionar la calidad de dicha área y la tranquilidad con la que
pernoctamos. Antes de cenar nos dimos un paseo por la zona para
estirar las piernas, está en una zona de muchas instalaciones
deportivas municipales, entre ellas un rocódromo en el que entramos
a mirar e hicimos algunas fotos, pidiendo permiso, para enviárselas
a nuestro sobrino Félix, escalador de pro.
Volvimos
a la auto, cenamos viendo el Intermedio gracias al decodificador que
nos habían instalado y que nos permite ver los canales nacionales
vía satélite y nos acostamos pronto con la intención de madrugar
al día siguiente para llegar temprano al taller, teníamos algo más
de 100 km de camino.
14
de junio
Llegamos
al taller más o menos a la hora prevista y el mecánico solo
necesitó dar una vuelta a la manzana para confirmar nuestro
pronóstico de la avería. Nos fuimos a un centro comercial próximo
a pasar la mañana, sobre la una del mediodía llamé y me informaron
que ya estaba resuelto el problema, se ofrecieron a venir a buscarnos
en coche, pero les dijimos que iríamos andando.
Pasadas
las dos de la tarde cruzamos la frontera y paramos a comer en el
primer área de servicio de la autopista francesa.
El
retraso no había sido mucho y el ánimo volvió a subirnos y
emprendimos el camino hacia Lyon que era nuestro destino previsto,
llegamos pasadas las ocho de la tarde al camping Indigo, nos
instalamos, nos enteramos de los horarios del autobús, nos dimos una
ducha, cenita, un poco de televisión y a dormir, mañana nos
esperaba la primera jornada lyonesa.
Había
sido un largo y caluroso día, pero habíamos resuelto el
contratiempo, ojalá fuera el último.
15
de junio
A
primera hora pasamos por la recepción del camping a inscribirnos,
pues la noche anterior nos atendieron en el bar y quedó pendiente la
inscripción, nos dieron un plano de la ciudad, nos explicaron como
llegar al centro y nos vendieron el billete del autobús, realmente
barato 5€ diarios con viajes ilimitados que incluyen bus, metro,
tranvías y los dos funiculares para subir a la colina de la
Fourvière.
La
previsión meteorológica era de día caluroso y posibilidad de
tormenta por la tarde, se cumplió lo de caluroso, la tormenta no
llegó.
En
algo menos de una hora estábamos en lo alto de la colina, buscando
las sombras y disfrutando de las impresionantes vistas: La colina de
la Croix Rouge a nuestra izquierda, el viejo Lyon a nuestros pies,
los dos impresionante ríos que allí confluyen (Saona y Ródano), la
península entre los dos ríos, la ciudad moderna al fondo y si el
cielo no hubiera estado calimoso, hubiéramos visto hasta los Alpes
con el Mont-Blanc reinando majestuoso con sus 4.810 mts. Otra vista
sorprendente, que nos acompañaría durante todo el viaje, fue la de
los tejados con sus chimeneas.
Visitamos
la iglesia de Notre Dame, de finales del XIX, y emprendimos el
descenso a pie hacia el Viejo Lyon, un impresionante conjunto de
calles plagadas de edificios renacentistas. Las calles están unidas
por callejones cubiertos, llamados traboules, que hay que descubrir
con calma y mirando a ambos lados de la calle, pues la mayoría están
detrás de las puertas de acceso a las viviendas, hay que ver si
salen turistas o asomarse cada vez que se abre alguna de las puertas
para descubrir los misterios que pueden ocultar: escaleras
monumentales, hermosos patios, pozos....

Parece ser que los traboules se construyeron para transportar rápidamente la seda que se producía en los talleres, desde los telares al tinte y de este a los almacenes.
El
viejo Lyon está muy animado, lleno de turistas, tiendas y terrazas,
comimos en una de ellas y desde allí vimos uno de los primeros
trampantojos que hay por doquier, a lo largo del viaje decidimos
llamarlos engañifas, más adelante explicaré el
motivo. Después de comer seguimos deambulando por las callejas,
descubriendo patios y rincones preciosos y llegamos hasta la bella
catedral de San Juan Bautista y los restos románicos de una preciosa
construcción anejos a la misma. Volvimos a tomar el funicular para
visitar los restos de los teatros romanos y volver a contemplar la
ciudad desde lo alto. Lyon fue capital de la Galia romana, en ella
nació el emperador Claudio. Se conservan muchos restos de la época
incluido un trozo importante de calzada.
A
la bajada deambulamos por la orilla del Saona y descubrimos a unos
artistas de la bicicleta que subían de un salto a un murete de más
de un metro de altura, y luego allí hacían equilibrios y piruetas,
y finalmente bajaban de otro salto; todo ello sin quitar los pies de
los pedales.
El
día había sido intenso y caluroso, regresamos al camping sobre las
ocho de la tarde, nos dimos una reparadora ducha, cenamos, vimos la
tele y nos acostamos pronto.
16
de junio
La
noche ha sido menos tranquila de lo esperado, el camping es ruidoso
debido a la cercanía de la autopista, además colindante a él hay
una bolera, y a las 7 de la mañana ya estaban hablando por la
megafonía, se supone que llamando a los participantes de alguna
competición, y se oía regularmente un golpeteo que nos tenía
mosqueados hasta que descubrimos la bolera y comprendimos que el
ruido era el del golpeteo de las bolas contra los bolos.
Repetimos
la rutina del día anterior: compra de billete, consulta de la
meteorología y transporte hasta el centro, esta vez nos quedamos en
la península entre los ríos y nos acercamos a ver los restos de la
abadía benedictina de St. Martin D'Ainay, una joya del románico
recientemente restaurada, en la que curiosamente no había apenas
turismo, no sale en las guías más genéricas. Es
muy hermosa tanto por dentro como por fuera.
Después
de la visita caminamos, buscando las sombras, por las calles
peatonales del “ensanche” y finalmente cogimos el metro para
subir a la otra colina, la de la Croix Rousse; como se dice por ahí
esta colina es la que trabaja y la de la Fourvière la que reza.
El objetivo era llegar antes de la 13,30 al bulevar donde se
instala varios días a la semana un mercado al aire libre básicamente
de alimentos, como los que hay por toda Francia. Me lo había
recomendado mi amiga Yvette, que nació y se crió en Lyon. Llegamos
cuando ya estaban empezando a recoger y compramos espárragos
blancos, tomates, alguna fruta, aceitunas y un trozo de queso Comté
de 36 meses de maduración, todo ello excelente. El sol apretaba de
lo lindo y además teníamos muchas ganas de orinar, así que
comenzamos la búsqueda de una terraza a la sombra donde poder tomar
una cerveza, sin necesidad de comer, tarea nada fácil a esa hora
pues todas las mesas están preparadas para dar comidas, al fin
encontramos una y saciamos nuestras necesidades y nuestra sed.
Emprendimos
el descenso de la colina, parando en algún mirador, atravesando
algún traboule e hicimos una parada en el anfiteatro de los tres
galos, otro de los muchos restos romanos de la ciudad.
Comimos
en una terraza sombreada junto a la Ópera, y después tomamos un
café en otra terraza en la plaza Terraux, hermosa plaza en la que
está el ayuntamiento, una fuente monumental que puede recordar
ligeramente a la Cibeles de Madrid, y el museo de Bellas Artes, en
éste entramos a refugiarnos del calor y del bullicio en el claustro
de su patio, otra recomendación de mi amiga Yvette, y encontramos un
momento de calma y sosiego. Después cogimos el autobús turístico
que nos dio una vuelta por la ciudad y nos permitió conocer rincones
que no habíamos visto todavía, y sobre todo nos descubrió que Lyon
es la ciudad de los trampantojos o engañifas, hay decenas de ellos
por toda la ciudad, en la visita nos enseñaron algunos
verdaderamente magistrales, que una vez acabado el viaje del bus nos
fuimos a fotografiar de cerca. Hay muros enteros pintados
artísticamente con los más diversos motivos: el mundo del cine, la
literatura, patios de edificios históricos que están en
rehabilitación, comercios, lyoneses célebres, casas de vecinos....
Aunque
la previsión amenazaba con tormenta por la tarde, tampoco se
cumplió, volvimos al camping sobre las ocho, a ducharnos y a
descansar. Lyon nos gustó mucho, vale la pena dedicarle tiempo y
conocerla a fondo. No estaría nada mal, en época de clima suave,
dedicarle un monográfico a los trampantojos.
Querido Amigo Jesús, siempre has sido un ejemplo para mi. Ya sabia de tu eficacia con la pluma, gracias a ella reviví pasajes que habíamos vivido juntos cuando decidiste plasmarlos durante 30 días antes de empezar el viajé a tu Libertad.
ResponderEliminarPersevera, lo haces muy bien, Por el mismo precio viajamos todos.
Como te dije una vez, y lo mantengo, profesor es el que enseña, Maestro es del que se aprende.
Un beso, Maestro.
Tu amigo Carlos