29
de junio
Estuvo lloviendo casi toda la noche, a la hora prevista llegamos a Reignier y allí pasamos la mañana con nuestros sobrinos, fuera llovía y llovía. Por fin hubo un claro y después de comer a l'aprés-midi nos fuimos de excursión a la orilla francesa del lago Leman, aparcamos en el bonito pueblo de Nernier, que recorrimos a pie y luego por una senda a lo largo de 2,5 km llegamos hasta Yvoire, catalogado como uno de los más bellos pueblos de Francia. Antes de llegar comenzó a llover y nos tuvimos que refugiar en un bar, de pronto salió el sol y dimos una vuelta por el pueblo, muy turístico pero muy bonito. Llegamos hasta el puerto y tuvimos la sensación de estar en algún lugar de las rías gallegas.
Estuvo lloviendo casi toda la noche, a la hora prevista llegamos a Reignier y allí pasamos la mañana con nuestros sobrinos, fuera llovía y llovía. Por fin hubo un claro y después de comer a l'aprés-midi nos fuimos de excursión a la orilla francesa del lago Leman, aparcamos en el bonito pueblo de Nernier, que recorrimos a pie y luego por una senda a lo largo de 2,5 km llegamos hasta Yvoire, catalogado como uno de los más bellos pueblos de Francia. Antes de llegar comenzó a llover y nos tuvimos que refugiar en un bar, de pronto salió el sol y dimos una vuelta por el pueblo, muy turístico pero muy bonito. Llegamos hasta el puerto y tuvimos la sensación de estar en algún lugar de las rías gallegas.
En
total habían sido unos 5km de caminata, que nos sirvieron de
entrenamiento para lo que nos esperaba al día siguiente.
Después
de cenar nos fuimos a dormir, estábamos aparcados junto a la iglesia
y sus campanas nos arrullaron toda la noche por duplicado, son de las
que repiten las horas.
30
de junio
Amanece
despejado y nos vamos al Monte Salève, se trataba de hacer una
marcha por el monte, nuestro sobrino Damien nos pregunta si la
sorpresa la queremos a la ida o a la vuelta, elegimos a la ida
y nos ponemos a caminar por la senda, al poco paramos a comer en un
prado con unas vistas espectaculares.
Retomamos
el camino y empieza la sorpresa, nos toca atravesar varias zonas
umbrías con barro deslizante en pendiente lateral, no llevábamos
calzado adecuado y continuamente patinábamos, Damien le hizo a Tere
un bastón de una rama de avellano, en un suspiro, con su navaja
suiza. Gracias a él la marcha fue menos penosa pero hubo un momento
crítico en que ni siquiera con el bastón se sujetaba en el barro y
tuvo que ayudarla con las manos. De pronto llegamos al pie de los
acantilados y la visión no pudo ser más gratificante.
Por
fin coronamos la ascensión y nos sentamos en el prado a relajarnos
satisfechos del esfuerzo realizado.
Aún
caminamos un poco más hacia la punta del monte, desde el que se ve
Ginebra y el lago Leman, había mucha gente merendando (también se
puede ir en coche hasta allí) y un montón de ultraligeros volando.
El camino de regreso fue más tranquilo y sin sorpresas. Antes de
volver a casa nos sentamos en una terraza a tomar una cerveza y a
disfrutar de la vista sobre los Alpes centrales. En total fueron unas
4 horas y media de caminata, con sorpresa, con momentos duros pero en
conjunto mereció la pena, pasamos un día estupendo.
Después
de la cena nos despedimos, con pena pues habíamos estado muy a gusto
con ellos, pero nuestro viaje debía continuar. Aquí se acababa la
primera parte del mismo.
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