I - Madrid -Lyon


 
Con la excusa de visitar a unos sobrinos que se fueron a vivir cerca de la frontera franco-suiza, este año 2013 decidimos hacer nuestro viaje de verano por el este de Francia. El país galo lo conocemos bastante bien, mejor que muchos franceses, entre viajes monográficos a alguna región francesa y travesías obligadas para ir a cualquier otro país europeo, salvo Portugal, hemos viajado por Francia más de quince veces. Sin embargo nunca nos habíamos dedicado a conocer regiones del este. Así que este año nos hemos centrado, básicamente, en Rhône-Alpes y el Franco Condado, y como resumen general podemos decir que ha sido un viaje entre engañifas y cascadas.

13 de junio
Iniciamos el viaje a mediodía del trece de junio con intención de llegar lo más cerca posible de la frontera francesa. Nada más ponernos en marcha comenzamos a escuchar un ruido desagradable y tristemente conocido que procedía de la rueda delantera derecha; el síntoma inequívoco de que se trataba, otra vez, del rodamiento de una rueda, era que no nos oíamos cuando hablábamos. Al principio no comentamos nada y seguimos la marcha pero según avanzaba la tarde el ruido iba a más y por fin decidimos afrontarlo. Era jueves por la tarde y había que actuar con decisión, cogimos el librito de talleres de Fiat y empezamos a llamar a los más cercanos: Fraga, Lleida, Tárrega y Vic, en ninguno disponían del rodamiento, dando por supuesto que esta era la avería. Continuamos llamando a otros talleres de Cataluña, con la esperanza de que en alguno tuvieran la pieza, al fin en el de Vilafranca del Penedés nos dijeron que tampoco la tenían pero nos facilitaron la referencia de la pieza, para que nos resultara más fácil la búsqueda en otros talleres. Ya eran las siete de la tarde y las perspectivas no eran nada halagüeñas. Nos quedaba llamar a Barcelona capital y a Girona, la primera la descartamos por las posible dificultades de circulación y localización del taller. Yo estaba un poco abatido y escéptico, menos mal que Tere me insistió para que llamara al taller de Girona-Salt, yo no quería pues al ser más de las siete pensaba que ya habrían cerrado, por fin le hice caso y llamé, me cogieron el teléfono, les conté lo que pasaba y les di la referencia que me habían facilitado en el taller de Vilafranca, quedaron en llamar para dar respuesta, y a los pocos minutos nos dijeron que podían tener el rodamiento sobre las doce del mediodía del viernes, así que les dijimos que adelante y que estaríamos allí sobre las nueve de la mañana para que comprobaran que efectivamente se trataba del rodamiento.
Ya más relajados continuamos camino, salimos de la AP2 en Fraga, tomamos la A2 hasta Cervera y allí la C-25, espléndida carretera, hasta llegar al área municipal de autocaravanas de Vic. Merece la pena mencionar la calidad de dicha área y la tranquilidad con la que pernoctamos. Antes de cenar nos dimos un paseo por la zona para estirar las piernas, está en una zona de muchas instalaciones deportivas municipales, entre ellas un rocódromo en el que entramos a mirar e hicimos algunas fotos, pidiendo permiso, para enviárselas a nuestro sobrino Félix, escalador de pro.



Volvimos a la auto, cenamos viendo el Intermedio gracias al decodificador que nos habían instalado y que nos permite ver los canales nacionales vía satélite y nos acostamos pronto con la intención de madrugar al día siguiente para llegar temprano al taller, teníamos algo más de 100 km de camino.

14 de junio
Llegamos al taller más o menos a la hora prevista y el mecánico solo necesitó dar una vuelta a la manzana para confirmar nuestro pronóstico de la avería. Nos fuimos a un centro comercial próximo a pasar la mañana, sobre la una del mediodía llamé y me informaron que ya estaba resuelto el problema, se ofrecieron a venir a buscarnos en coche, pero les dijimos que iríamos andando.
Pasadas las dos de la tarde cruzamos la frontera y paramos a comer en el primer área de servicio de la autopista francesa.
El retraso no había sido mucho y el ánimo volvió a subirnos y emprendimos el camino hacia Lyon que era nuestro destino previsto, llegamos pasadas las ocho de la tarde al camping Indigo, nos instalamos, nos enteramos de los horarios del autobús, nos dimos una ducha, cenita, un poco de televisión y a dormir, mañana nos esperaba la primera jornada lyonesa.
Había sido un largo y caluroso día, pero habíamos resuelto el contratiempo, ojalá fuera el último.

15 de junio
A primera hora pasamos por la recepción del camping a inscribirnos, pues la noche anterior nos atendieron en el bar y quedó pendiente la inscripción, nos dieron un plano de la ciudad, nos explicaron como llegar al centro y nos vendieron el billete del autobús, realmente barato 5€ diarios con viajes ilimitados que incluyen bus, metro, tranvías y los dos funiculares para subir a la colina de la Fourvière.
La previsión meteorológica era de día caluroso y posibilidad de tormenta por la tarde, se cumplió lo de caluroso, la tormenta no llegó.
En algo menos de una hora estábamos en lo alto de la colina, buscando las sombras y disfrutando de las impresionantes vistas: La colina de la Croix Rouge a nuestra izquierda, el viejo Lyon a nuestros pies, los dos impresionante ríos que allí confluyen (Saona y Ródano), la península entre los dos ríos, la ciudad moderna al fondo y si el cielo no hubiera estado calimoso, hubiéramos visto hasta los Alpes con el Mont-Blanc reinando majestuoso con sus 4.810 mts. Otra vista sorprendente, que nos acompañaría durante todo el viaje, fue la de los tejados con sus chimeneas.
 
Visitamos la iglesia de Notre Dame, de finales del XIX, y emprendimos el descenso a pie hacia el Viejo Lyon, un impresionante conjunto de calles plagadas de edificios renacentistas. Las calles están unidas por callejones cubiertos, llamados traboules, que hay que descubrir con calma y mirando a ambos lados de la calle, pues la mayoría están detrás de las puertas de acceso a las viviendas, hay que ver si salen turistas o asomarse cada vez que se abre alguna de las puertas para descubrir los misterios que pueden ocultar: escaleras monumentales, hermosos patios, pozos....
 

Parece ser que los traboules se construyeron para transportar rápidamente la seda que se producía en los talleres, desde los telares al tinte y de este a los almacenes.
El viejo Lyon está muy animado, lleno de turistas, tiendas y terrazas, comimos en una de ellas y desde allí vimos uno de los primeros trampantojos que hay por doquier, a lo largo del viaje decidimos llamarlos engañifas, más adelante explicaré el motivo. Después de comer seguimos deambulando por las callejas, descubriendo patios y rincones preciosos y llegamos hasta la bella catedral de San Juan Bautista y los restos románicos de una preciosa construcción anejos a la misma. Volvimos a tomar el funicular para visitar los restos de los teatros romanos y volver a contemplar la ciudad desde lo alto. Lyon fue capital de la Galia romana, en ella nació el emperador Claudio. Se conservan muchos restos de la época incluido un trozo importante de calzada.

A la bajada deambulamos por la orilla del Saona y descubrimos a unos artistas de la bicicleta que subían de un salto a un murete de más de un metro de altura, y luego allí hacían equilibrios y piruetas, y finalmente bajaban de otro salto; todo ello sin quitar los pies de los pedales.


El día había sido intenso y caluroso, regresamos al camping sobre las ocho de la tarde, nos dimos una reparadora ducha, cenamos, vimos la tele y nos acostamos pronto.

16 de junio
La noche ha sido menos tranquila de lo esperado, el camping es ruidoso debido a la cercanía de la autopista, además colindante a él hay una bolera, y a las 7 de la mañana ya estaban hablando por la megafonía, se supone que llamando a los participantes de alguna competición, y se oía regularmente un golpeteo que nos tenía mosqueados hasta que descubrimos la bolera y comprendimos que el ruido era el del golpeteo de las bolas contra los bolos.

Repetimos la rutina del día anterior: compra de billete, consulta de la meteorología y transporte hasta el centro, esta vez nos quedamos en la península entre los ríos y nos acercamos a ver los restos de la abadía benedictina de St. Martin D'Ainay, una joya del románico recientemente restaurada, en la que curiosamente no había apenas turismo, no sale en las guías más genéricas. Es muy hermosa tanto por dentro como por fuera.


Después de la visita caminamos, buscando las sombras, por las calles peatonales del “ensanche” y finalmente cogimos el metro para subir a la otra colina, la de la Croix Rousse; como se dice por ahí esta colina es la que trabaja y la de la Fourvière la que reza. El objetivo era llegar antes de la 13,30 al bulevar donde se instala varios días a la semana un mercado al aire libre básicamente de alimentos, como los que hay por toda Francia. Me lo había recomendado mi amiga Yvette, que nació y se crió en Lyon. Llegamos cuando ya estaban empezando a recoger y compramos espárragos blancos, tomates, alguna fruta, aceitunas y un trozo de queso Comté de 36 meses de maduración, todo ello excelente. El sol apretaba de lo lindo y además teníamos muchas ganas de orinar, así que comenzamos la búsqueda de una terraza a la sombra donde poder tomar una cerveza, sin necesidad de comer, tarea nada fácil a esa hora pues todas las mesas están preparadas para dar comidas, al fin encontramos una y saciamos nuestras necesidades y nuestra sed.

Emprendimos el descenso de la colina, parando en algún mirador, atravesando algún traboule e hicimos una parada en el anfiteatro de los tres galos, otro de los muchos restos romanos de la ciudad.


Comimos en una terraza sombreada junto a la Ópera, y después tomamos un café en otra terraza en la plaza Terraux, hermosa plaza en la que está el ayuntamiento, una fuente monumental que puede recordar ligeramente a la Cibeles de Madrid, y el museo de Bellas Artes, en éste entramos a refugiarnos del calor y del bullicio en el claustro de su patio, otra recomendación de mi amiga Yvette, y encontramos un momento de calma y sosiego. Después cogimos el autobús turístico que nos dio una vuelta por la ciudad y nos permitió conocer rincones que no habíamos visto todavía, y sobre todo nos descubrió que Lyon es la ciudad de los trampantojos o engañifas, hay decenas de ellos por toda la ciudad, en la visita nos enseñaron algunos verdaderamente magistrales, que una vez acabado el viaje del bus nos fuimos a fotografiar de cerca. Hay muros enteros pintados artísticamente con los más diversos motivos: el mundo del cine, la literatura, patios de edificios históricos que están en rehabilitación, comercios, lyoneses célebres, casas de vecinos....

Aunque la previsión amenazaba con tormenta por la tarde, tampoco se cumplió, volvimos al camping sobre las ocho, a ducharnos y a descansar. Lyon nos gustó mucho, vale la pena dedicarle tiempo y conocerla a fondo. No estaría nada mal, en época de clima suave, dedicarle un monográfico a los trampantojos.  

II - de Lyon a Annecy


17 de junio
Justo al lado del camping hay una gasolinera con el gas-oil a muy buen precio, intentamos llenar el depósito, pero no pudimos pues parece ser que estaban vacíos los tanques. Así que nos pusimos en ruta, ya pondríamos gas-oil más adelante; como no había mucha distancia hasta el siguiente destino, Chambéry, decidimos eludir la autopista de peaje. Al cabo de media hora no habíamos avanzado casi nada, debido al intenso tráfico y a los cientos de rotondas que jalonan las carreteras francesas, eso sí encontramos una gasolinera con un precio del litro más barato que en Madrid, nos quedamos con la marca, por si acaso veíamos alguna más a lo largo del viaje. Con el depósito lleno tomamos la autopista y llegamos en un suspiro a Chambéry, después de soportar un atasco de 3 km, debido a que habían quitado un carril para una obra inexistente.
 
Nos fuimos directamente al aparcamiento del área municipal de autocaravanas, y no encontramos sitio, todas las plazas estaban ocupadas, nos fuimos a buscar otro lugar para aparcar y encontramos sitio en un aparcamiento de pago, si bien no había que pagar hasta las 4 de la tarde, abrimos las claraboyas a tope para ver si se nos refrescaba algo la casa mientras comíamos, desplegué la antena para ver las noticias y no encontró el satélite, no le dimos importancia, aunque después recordé que escuché un golpe mientras giraba la antena. Después de comer pusimos monedas para una hora y nos fuimos a la oficina de turismo.

Chambéry es la capital del departamento de Saboya, no formó parte de la República francesa hasta el siglo XIX. El barrio madrileño de Chamberí debe su nombre, al parecer, a que las tropas napoleónicas instalaron un cuartel en la actual plaza de Chamberí y le dieron ese nombre, que luego se extendió a todo el barrio. En el camino de ida y vuelta a turismo descubrimos que la ciudad tiene un pequeño casco histórico muy interesante. De vuelta a la auto nos fuimos al aparcamiento del área y aunque seguía lleno encontramos un hueco y allí nos quedamos. Charlamos un rato con unos maños que acababan de llegar y nos fuimos a recorrer la ciudad.

Después de caminar por unas calles con algún palacio y alguna fachada interesante llegamos a la plaza de la catedral de San Francisco de Sales, allí nos encontramos con el maño que estaba con su perro, mientras su mujer visitaba la iglesia, nos comentó que él ya la había visto y que lo interesante estaba dentro. Efectivamente nada más entrar resulta apabullante la decoración de sus muros y bóvedas, parece una obra maestra de la arquitectura flamígera y es una obra maestra, pero de la pintura, según el folleto explicativo que encontramos, alberga la mayor colección de pintura trampantojo de Europa. En el folleto traducían al español el trompe l'oeil por engañifa. De ahí que a partir de ese momento decidimos utilizar el término engañifa en vez de trampantojo, ya que si bien su significado en el diccionario no es exactamente el mismo, podemos considerarlo como sinónimo. Bueno y basta de palabrería, ya va siendo hora de poner alguna imagen de esas engañifas.

 Visitamos el resto de lugares previstos de la ciudad: el castillo, por fuera, la fuente de los elefantes, las calles bajas del castillo y de la cruz de oro. Aunque ya estábamos cerca de las montañas el calor era asfixiante.
La ciudad tiene cierto aire italiano, no en vano perteneció a la casa de Saboya durante siglos.




Alguna calle con muchos soportales y edificios con muros rosados podría estar en cualquier ciudad del norte de Italia.



 
En el folleto de turismo hablaban de una curiosidad, la rotonda ferroviaria,
una construcción circular realizada a principios del XX para el mantenimiento de las locomotoras, aunque estaba un poco retirada nos fuimos a verla, mereció la pena.

 






Regresamos acalorados a la auto y nos esperaban dos sorpresas desagradables, por un lado el frigorífico no funcionaba, la luz del gas parpadeaba. Repetí la operación de apertura de la bombona y comprobamos con la cocina que el gas no salía, inevitablemente nos acordamos de la avería de hace dos años en Alemania, no obstante cambié la bombona y se disiparon las dudas, solo se trataba de que se había acabado la anterior bombona, el problema grave se transformó en leve. Teníamos más de un mes de viaje por delante y solo disponíamos de una bombona, según mis notas una bombona nos dura más o menos un mes, así que podíamos tener dificultades al final del viaje, decidimos usar los campings más de lo previsto para ahorrar gas. Que bien nos iba a venir el infiernillo que compramos en Alemania en 2011.

Una vez resuelto el problema del gas, nos vino el segundo. Volví a desplegar la antena y seguía sin encontrar el satélite Hispasat, así que nos quedamos sin televisión para el resto del viaje. Al día siguiente llamaríamos al taller de Elche a ver que nos decían. Sin duda el golpe de la parabólica contra la claraboya había tenido algo que ver.
 
18 de junio
El siguiente destino era Aix les Bains, a muy pocos kilómetros de Chambéry; fuimos directamente al camping según lo previsto, nos instalamos y sacamos la moto del garaje, esta noche no nos olería a gasolina en la cama. Antes de comer nos dimos una vuelta por el lago Bourget, llegamos hasta el puerto y sacamos los billetes para ir al día siguiente en barco hasta la abadía de Hautecombe.

El lago de Bourget es de origen glaciar y es el lago natural más grande de Francia, a pesar de estar rodeado de macizos montañosos se encuentra solamente a 232 metros de altitud lo que explica que la temperatura de sus aguas sea alta, por la tarde lo comprobaríamos en nuestros cuerpos.
 
Antes de comer hicimos otro intento de sintonizar el satélite, tampoco está vez lo encontró. Definitivamente nos quedábamos sin televisión para el resto del viaje. Comimos un bonito con tomate casero que llevábamos congelado y al aprés-midi, como dicen los franceses, cogimos la moto y nos fuimos a Le Bourget du Lac que está a unos 12km. Había bastante tráfico y circulamos todo lo que pudimos aprovechando el carril-bici para quedar lo más lejos posible de los coches.

Esta pequeña población que da nombre al lago tiene un bello priorato construido en el siglo XI y cerca de él aparcamos la moto y nos dispusimos a visitarlo. De los muchas hermosas obras que tiene nos llamaron la atención unos altorrelieves en piedra policromada adosados a las paredes del altar con escenas de la vida de Cristo que al parecer proceden del jubé (valla o reja de separación entre los monjes y el pueblo) que existía en la iglesia hasta el siglo XIX.

 
En los dominios del priorato se conservan unos hermosos y floridos jardines que recorrimos buscando sus sombras pues el calor apretaba de lo lindo.

 
Entramos en la panadería a comprar pan y agua fresquita, la chica que nos atendió tenía una abuela malagueña, y amablemente nos guardó el pan hasta que regresamos del paseo que nos dimos hasta el lago para llegar al observatorio de aves. El camino por las orillas del río fue muy agradable, antes de llegar al observatorio se pasa por las ruinas de un castillo. Nos quedamos un buen rato observando y fotografiando a las aves que vimos: patos, cormoranes, garzas, fochas... 
 
En el camino de regreso al pueblo, al pasar por el túnel de debajo de la carretera vimos unos grafitis muy guapos que reflejan los lugares más interesantes del pueblo.

Recogimos el pan y regresamos al camping y aún tuvimos tiempo de ir a darnos un baño a una playa del lago, eran las 7 de la tarde y el agua estaba calentita. El baño nos sentó estupendamente después del caluroso día que habíamos tenido.



 
 
 
 


19 de junio
Sin los vapores de gasolina de la moto, dormimos a pierna suelta, y después de desayunar y ducharnos nos fuimos a Aix les Bains, recorrimos la parte histórica, incluidos sus restos romanos, descubrimos alguna engañifa mural y subimos hasta el museo Faure: es un pequeño museo que alberga unas cuantas esculturas de Rodin y obras de pintores impresionistas, es pequeño y coqueto; eso sí no tenía aire acondicionado y sudamos la gota gorda.

Antes de bajar al camping nos dimos una vuelta por el mercadillo y volvimos a comprar espárragos, tomates y frutas.

Comimos temprano para estar en el puerto antes de las 14,30 hora de salida del barco (los horarios franceses son así, la máxima actividad se desarrolla después de la comida, en el aprés midi, entre las 13,30 y las 18,30 aproximadamente).

La travesía por el lago fue tranquila, aunque tuvimos que pelear para conservar nuestros sitios en la popa del barco, la única descubierta, con los franceses que nos querían echar sibilinamente, metiendo la rodilla, el codo, empujando etc..., el colmo fue que a la vuelta estaba yo de pie delante de mi silla haciendo una foto y una francesa preguntó si había alguien en la silla, a lo que yo respondí con una sonrisa “Oui, c'est moi”. Las vistas de la abadía desde el barco son espectaculares, pero la visita resultó una engañifa de las malas.
 
 
Es a horario fijo y con audioguía que no se puede manipular, con lo que hay que tragase el rollo que te están contando, que se centraba casi exclusivamente en explicar las tumbas, que se van iluminando cuando empieza la explicación de la misma, y para colmo no se pueden hacer fotos, aunque Tere les robó alguna. Vamos, una engañifa en toda regla, la primera de este tipo del viaje..... vendría alguna más.

Estuvimos esperando el barco de vuelta casi media hora, que se hizo pesada, pero había que asegurar los puestos en la popa.


Al regreso se levantó el viento y había oleaje. Pasamos muy cerca de la orilla del pico más famoso de los que rodean el lago, el diente del gato de 1.390 mts. Nosotros lo rebautizamos como el puto amo porque nos recordaba la peineta de Bárcenas a los periodistas (el Gran Wyoming llama así a Bárcenas)

 
Volvimos al camping y nos fuimos a caminar por lo que bautizamos como el claustro


(un largo paseo a orillas del lago, entre plátanos alineados, cuyos troncos recordaban a los claustros de los monasterios).

Después de cenar nos conectamos a internet gracias a la red gratuita de Aix les Bains y a la clave que nos dieron en la recepción del camping. Fue la mejor conexión que hemos logrado en todo el viaje.

20 de junio
Nos ponemos en marcha con dirección Annecy. Como Isabel, la mujer que nos guía desde el GPS, dice Aneky nos resultó simpático y decidimos rebautizar la ciudad como Aneky. Antes de llegar intentamos que nos arreglaran la antena en Accesorios Narbona, nos dieron muchas largas y se pasaban la pelota de unos a otros. Como no tenían el más mínimo interés decidimos marcharnos rumbo al camping Belvedere, está situado en la ladera de un monte a unos 2km del centro de Aneky, pero para ir al centro hay mucha pendiente y el camino de vuelta se hará penoso, así que sacamos la moto. Como su nombre indica tiene buenas vistas sobre el lago, pero las plazas con mejores vistas estaban ocupadas o reservadas. También dispone de conexión a internet gratis, pero nada más que en los alrededores de la recepción.

Aneky es la capital de la Alta Saboya y está a orillas de lago del mismo nombre, el segundo natural más grande de Francia, las aguas son de un color increíble entre verde esmeralda y azul turquesa.


El centro histórico es grande y muy bonito, está surcado por el rio Thiou, desagüe natural del lago, y por varios canales. Además es una ciudad muy animada, con terrazas por doquier, jardines, playas y edificios muy hermosos.
 
 

Después de comer cogimos la moto y aparcamos junto al ayuntamiento y nos dirigimos a la oficina de turismo, donde nos atendió en nuestro idioma una chica muy amable. Emprendimos el camino hacia la tienda de pesca que tenía localizada para comprar la licencia, está en la parte moderna de la ciudad y un poco alejada del centro. Por el camino empezó a llover y nos tuvimos que refugiar en un centro comercial, la lluvia cada vez era más intensa. Nos tocó esperar un buen rato hasta que nos atendieron, los dos clientes que había se enrollaron mucho, pero bueno esto es normal en una tienda de pesca, en general los pescadores somos muy pesados.

Les pedía la licencia para una semana, me la hicieron, pagué y me dieron un mapa del departamento y sus ríos y me recomendaron un par de tramos para la pesca a mosca.

A la salida seguía lloviendo a cántaros, y nos mojamos bastante, especialmente Tere pues no tenía una capa de agua en condiciones. Le propuse que se refugiara y yo me iría al camping con la moto para traer ropa y calzado seco, se quedó esperándome en el edificio multiusos donde está turismo. A la ida me encontré con mucho tráfico, pero lo sorteé bastante bien con la agilidad que permite una motillo pequeña.
A mi regreso le di la ropa y el calzado seco a Tere, se cambió en los servicios y como había dejado de llover empezamos a recorrer Aneky siguiendo uno de los circuitos que propone el folleto de turismo, descubrimos rincones encantadores.


 
Nos sentamos en una terraza a tomar un vino, que nos pusieron con aperitivo, cosa rara en Francia. Volvimos al camping, pusimos a secar la ropa y el calzado, tuvimos que encender la calefacción un rato pues la temperatura había bajado bastante. Después de cenar me puse a mirar el mapa de ríos que me habían dado en la tienda de pesca y luego busqué la licencia y no la encontré. ¡Me la había dejado en la tienda! Así que al día siguiente habría que volver a buscarla.

21 de junio
Amaneció soleado, bajamos en la moto a Annecy y continuamos con el recorrido del folleto de turismo, visitamos todas las iglesias propuestas, salvo la de S. Mauricio, no hubo manera las cuatro veces que fuimos estaba cerrada aunque ponía horario. Otra engañifa de las malas. Cogimos el autobús para ir a la tienda de pesca, y efectivamente la licencia se había quedado en el mostrador. Regresamos al centro y dimos una vuelta por el mercadillo instalado en los canales, compramos los consabidos espárragos, tomates, melón y queso. Volvimos a comer al camping y a la tarde tomamos el trenecillo turístico que da una vuelta por el lago, estaba animadísimo, las playas abarrotadas y había gente por todas partes.

Esa tarde noche se celebraba la fiesta de la música y en cada rincón se estaba preparando un escenario para actuaciones de músicos en directo.







Nos hicimos una foto en el famoso puente de los amores.







Terminamos el recorrido de los canales y subimos hasta el castillo, desde el que disfrutamos de una hermosas vistas, tanto del paisaje como de los bellos tejados y sus chimeneas.


Aneky estaba abarrotada de gentes que habían acudido a la llamada de la fiesta de la música, no se podía dar un paso. Esto no parecía Francia.

Al llegar al camping comprobamos que estaba abarrotado, no quedaba una parcela libre y había muchos grupos de muchachos preparándose para bajar a la fiesta.

Después de cenar me fui a fregar los cacharros y según lo estaba haciendo entraron tres españolas, no dijeron ni mú, pero al darme cuenta de que hablaban en “cristiano” les dije: buenas noches, pero no obtuve respuesta. Se dedicaron a ver las lavadoras y averiguar como funcionaban, concluyendo, muy listas ellas, que funcionaban con monedas de euro y se marcharon como habían entrado: sin decirme nada. Como me habían ignorado no les saqué de su error, pues las lavadoras funcionaban con jetones que se compran en recepción. Al llegar a la auto comprobé horrorizado que estaban instaladas cerca de nosotros, y aunque eran más de las 11 de la noche estaban las familias hablando muy alto, los niños gritando y corriendo, incluso alguno se acercó hasta la moto y la estuvo menando, tuvimos que llamarle la atención. Nos acordamos del camping de Munich del año pasado, cuando vivimos una historia semejante, de tres familias españolas que se pusieron a cenar cerca de las doce de la noche y estuvieron dando morcilla mucho rato. En ambos casos nos sentimos avergonzados de nuestros compatriotas.  
 
Así que con ese vecindario más todos los que volvieran de la fiesta calentitos nos temimos que la noche sería movidita.
 

III - De Annecy a Sixt-Fer-a-Cheval


22 de junio
En contra de nuestras previsiones habíamos dormido muy bien y no escuchamos ni voces. A nuestra derecha estaba aparcado un suizo en su furgoneta, era un personaje muy curioso, metódico, obseso de la limpieza, muy ordenado y famélico. Recogimos y nos marchamos, no encontramos lugar para vaciar las aguas grises, ya lo haríamos en el camino o en el siguiente destino, Sallanches. En lugar de ir por la autopista decidimos ir bordeando el lago por la orilla este, el camino es precioso, se pasa por pueblitos encantadores. Había mucho ciclista circulando y los coches iban muy deprisa, esto nos confirmó lo que ya sospechábamos, que los saboyanos conducen muy deprisa y no respetan ni límites de velocidad ni rayas continuas. Solamente respetan los radares por la cuenta que les tiene. Después de subir y bajar un par de puertos llegamos a Sallanches. Teníamos dos opciones para instalarnos, unos aparcamientos junto a la piscina y el polideportivo municipal y un camping algo más alejado del pueblo. Como teníamos ya necesidad de lavar ropa, optamos por el camping. El dueño nos atendió con mucha amabilidad y antes de instalarnos vaciamos los depósitos de aguas grises y llenamos el de agua limpia. El camping estaba muy vacío, así que teníamos muchos sitios para elegir. Entre las nubes blancas, allá en lo alto, se abrió una ventana y tuvimos nuestra primera visión de la cumbre del Mont-Blanc. Antes de comer nos dimos una vuelta por las instalaciones del camping, y nos encontramos con que el salón estaba preparado para la celebración de una boda, aquello nos intranquilizó puesto que seguro que acabarían tarde y armarían mucha bulla. Buscamos el lugar más alejado por si nos teníamos que trasladar. Después de la comida me fui en busca del encargado a pedirle las fichas para la lavadora, a solicitar la conexión a internet y a preguntarle que a qué hora pensaba que terminaría el festejo. Resultó que las lavadoras estaban estropeadas y hasta el lunes no vendrían a repararlas. Yo le contesté que el motivo por el que habíamos ido al camping era precisamente usar la lavadora. Me dijo que lo sentía y que si queríamos nos podíamos marchar y que me devolvía el dinero. Decidimos marcharnos y aunque le había pagado con tarjeta me devolvió el dinero en efectivo, realmente era un buen tipo, ni siquiera nos cobró por el rato de electricidad que usamos ni por el vaciado y llenado de las aguas. Nos recomendó un par de excursiones y nos habló de otro camping al que podíamos ir. Hacia él nos dirigimos, pero entre que estaba pegado a la autopista y que no pudimos aparcar, ni acceder a la recepción por los muchos coches aparcados en el exterior que nos impedían la maniobra, decidimos irnos definitivamente al aparcamiento de la piscina.

Una vez instalados nos fuimos al pueblo, el típico pueblo de montaña, con sus casas de madera, sus tejados a dos aguas, muy preparado para la nieve y enclavado en lugar espléndido con espectaculares vistas hacia todos los puntos cardinales.

 
 
En la plaza hay una mesa de orientación con todos los picos que se ven desde allí.
Visitamos la hermosa iglesia, que también tiene sus engañifas, y una bella sillería. En el exterior hay un gran reloj de sol, cardan lo llaman los franceses.

Por allí fluyen tres ríos y podía ser una buena oportunidad para pescar. Pero los ríos bajaban con mucho caudal y además con un tono grisáceo, debido al deshielo y al color de la tierra y las piedras del lecho, que no me invitaban nada a meterme de patas en ellos, ya encontraría más adelante otros ríos más apetecibles. Nos sentamos en una terraza y buscamos en el plano de la población que nos había dado el del camping a ver si había alguna lavandería. Encontramos una y nos fuimos a ver como era y como funcionaba. Se necesitaban bastantes monedas y estaba abierta hasta las 9 de la noche. Echamos las cuentas y si nos dábamos prisa podríamos hacerlo, así que nos pusimos en marcha a toda mecha para recorrer el km y medio que teníamos hasta el aparcamiento, preparamos dos bolsas grandes de ropa, cogimos monedas y nos fuimos a la lavandería. Un poco antes de llegar me dí la vuelta y comprobé que el Mont-Blanc estaba despejado, quería mostrarnos su majestuosidad y recompensarnos por el esfuerzo de ir y volver cargados con la ropa. Una vez puestas las lavadoras disponíamos de unos 50 minutos para pasear tranquilamente antes de que acabaran, aprovechamos para disfrutar del panorama, hacer nuestras primeras fotos del Mont-Blanc y acercarnos hacia una cascada que veíamos a los lejos.

 
Volvimos a la lavandería y metimos la ropa en las secadoras, para hacer tiempo salimos otra vez a la calle, la temperatura ya había bajado y el Mont-Blanc volvía a regalarnos una hermosa imagen del atardecer con sus nieves doradas.


Regresamos a casa ya sin prisa, guardamos la ropa lavada, Tere hizo la cama con las sábanas limpias y valoramos la necesidad de usar el edredón por si la temperatura bajaba mucho, decidimos esperar y ya lo pondríamos si era necesario. Después de cenar se me ocurrió asomarme a la ventana y me quedé impresionado, ahora se veía el Mont-Blanc iluminado por la luna a las once de la noche.


23 de junio
La noche ha sido muy tranquila y el día amanece más fresco, con viento y alguna nube. Siguiendo las recomendaciones del tío del camping nos vamos a ver los lagos Illetes, que son tres, y se pueden bordear por sendas. Están rodeados de bosque de ribera y tienen muchas aves, peces y plantas.


Al acabar el recorrido del tercer lago todavía faltaba un buen trecho hasta la cascada de Arpenaz, la veíamos desde el día anterior por la tarde, pero aunque cada vez estaba más cerca no acabábamos de llegar hasta ella, se hacia de rogar. No pudimos continuar por la senda pues había que cruzar una torrentera y no llevábamos calzado apropiado así que atravesamos un prado muy florido y el último trecho nos tocó hacerlo por la carretera, con el peligro que tienen los saboyanos conduciendo. Según nos acercábamos veíamos el efecto que producía el viento sobre el salto de agua, pulverizándola y desplazándola varios metros de su caída natural.
 
En realidad son dos saltos, en total de unos 75 metros. Valió la pena llegar hasta la base y contemplar el espectáculo desde abajo. Había unos muchachos acampados en la zona que se estaban duchando allí, por sus gestos y los gritos que daban el agua debía de estar helada.

Video de cascadas del viaje

Satisfechos por la visión de nuestra primera cascada del viaje regresamos a la auto a comer, en total habían sido unas dos horas y media de agradable caminata.

El siguiente destino era Sixt-Fer-a-Cheval, a poco más de 30 km de allí, según nos íbamos acercando el tiempo iba empeorando. En el camino encontramos bastante tráfico alocado, el típico de los saboyanos.

Nos instalamos en el área de autocaravanas del pueblo a la orilla del río Giffre, que al igual que los de Sallanches bajaba imposible para la pesca. El torrente de agua era impresionante y sonaba muy fuerte, el ruido del agua nos acompañaría por la noche ¿llegaría a molestarnos para dormir?.

Nos abrigamos y nos fuimos a caminar por los distintos barrios (hameaux) del pueblo, casi todos tienen sus casas e iglesia de madera, la mayoría sencillas y hermosas.



A lo lejos divisábamos otras dos cascadas, nos acercamos bastante a ellas pero al final renunciamos a llegar hasta la base de las mismas, hacía bastante frío y amenazaba lluvia.





Sí nos acercamos a ver las gargantas de Tines, son de poca longitud pero muy impresionantes.
En el puente de las gargantas había unos jóvenes haciendo algo entre tirolina y puenting, se dejaban caer desde una orilla, amarrados con arneses y cuerdas, hacia el vacío dando gritos para descargar adrenalina y luego tenían que ascender hacia la otra orilla. Tenían muchos espectadores.

Regresamos con frío a la autocaravana, preparamos una cena calentita y nos vimos la película Carmina o revienta, que nos encantó. Y nos fuimos a dormir bajo el edredón calentito.

24 de junio
Había comenzado a llover a media noche y lo siguió haciendo casi toda la mañana, cundió el desánimo, ya que la razón fundamental de ir a Sixt-fer era acercarnos hasta su famoso circo. Un inmenso anfiteatro calcáreo de unos 4,5 km con farallones de hasta 700 mts de altura y por el que fluyen en el mes de junio más de 30 cascadas. Si el tiempo no mejoraba malamente podríamos disfrutar del grandioso paisaje. Pertrechados de paraguas y chubasquero nos fuimos a turismo a ver las previsiones meteorológicas. Eran malas para hoy lunes, mejoraban algo el martes a medio día y para el miércoles estaría despejado. Con esta información nos replanteamos la ruta para los siguientes días. Lo primero que hicimos fue llegarnos hasta el aparcamiento del circo a comprobar como era y como funcionaba in situ, pues las informaciones de que disponíamos eran algo contradictorias, algo aclaramos: hay un aparcamiento gratuito que queda a unos 3km del inicio de las caminatas para recorrer el circo. También hay otro aparcamiento, de pago, en el inicio de las caminatas. Acordamos que iríamos mañana al de pago.
 
De regreso paramos a coger agua para beber del manantial de San Ponce en el que la tarde anterior habíamos visto llenar unos cuantos bidones a los lugareños.

Después no acercamos hasta Samoëns, aparcamos junto a uno de los puentes de río Giffre y nos fuimos hacia el centro de la villa, visitamos su bella iglesia y volvimos a la autocaravana. Como en las cercanías del centro habíamos visto otro aparcamiento en el que había alguna auto decidimos trasladarnos a éste. Después de comer y echarnos una buena siesta, que ya nos merecíamos, continuamos visitando el pueblo con sus hermosas y decoradas casa de madera, alguna engañifa de las buenas y lo más interesante, el jardín alpino la Jaÿsinia. Este jardín, creado en 1906, lleva el nombre de su fundadora, Mme. Cognacq, mecenas del municipio. Con una extensión de 3 ha, presenta de manera muy didáctica unas 5.000 especies de plantas salvajes de los Alpes. En la ladera de la montaña, una pequeña capilla se integra en el paisaje. Más arriba, sobre un promontorio coronado por las ruinas de un castillo feudal, se puede disfrutar de una vista magnífica sobre Samoëns y sus montañas. La visita al jardín nos encantó y disfrutamos mucho de sus rincones, plantas y coloridas flores.


A pesar de que la lluvia seguía cayendo de forma intermitente y de que la temperatura era bastante baja, la visita a Samoëns nos había levantado el ánimo y antes de recogernos decidimos que había que ir a conocer la famosa cascada de Rouget, conocida como la reina de los Alpes, sus varios saltos de agua suponen un desnivel de 90 mts.




La carretera es empinada y estrecha y según nos acercábamos arreciaban el viento y la lluvia... pero era ahora o nunca. Estuvimos contemplando la cascada un rato desde la autocaravana esperando a ver si escampaba un poco, no se produjo el milagro así que nos animamos a salir y contemplarla acompañados de las inclemencias del tiempo, a pesar de ellas el espectáculo fue impresionante.

Son dos grandiosos saltos de agua que caen en sus bañeras, después el agua pasa por debajo del puente de la carretera y continúa saltando muchos metros hacia el valle.


Habíamos salvado el día, solo nos quedaba confiar en que mañana el circo se dejara ver y disfrutar un poco de su visión.

25 de junio
Llueve algo menos, nos tomamos con calma el arranque, vamos al pueblo a comprar pan y una sudadera que me había gustado y que Tere me regaló por mi cumpleaños. Rellenamos botellas y garrafas en la fuente de San Ponce y nos vamos al circo. Llegamos al aparcamiento de pago (7,5€ por día, se puede pernoctar una noche). En el circo hay dos caminatas clásicas, una circular por debajo de los farallones del circo y la otra hasta le bout du monde (unas 3h ida y vuelta). Optamos por la circular, que nos cuesta terminar por la falta de indicaciones a lo largo del camino.

Aunque no está despejado, las nubes son altas y nos permiten admirar la belleza del circo y sus treinta y tantas cascadas.


Después del paseo comemos y nos ponemos en ruta hacia Chamonix. Al llegar a Samoëns paramos a mirar el río y por fin me animo a pescar un rato. Estoy en el río un par de horas sin resultado, no veo peces ni insectos. El río era muy bonito y estuve a gusto.